9 oct 2014

Orfeo y Eurídice: el mito

El siguiente texto sobre el mito de Orfeo está sacado del libro: "Mitos griegos" Ed. Vicens Vives.

Orfeo en el infierno:
      En Tracia, fértil país lleno de verdes sauces y manzanos silvestres, vivió en la antigüedad un famoso cantor llamado Orfeo que tenía una voz clara como el cristal y dulce como la miel. Orfeo solía cantar al son de una lira que le había regalado el mismísimo Apolo, el dios de la música. Sus canciones, unas alegres y otras tristes, no sólo hacían llorar de emoción a la gente, sino que amansaban a las bestias y estremecían a las piedras. Incluso podían alterar las fuerzas de la naturaleza, pues, una vez, durante un viaje por mar, cuando la tormenta amenazaba con hundir el barco, Orfeo comenzó a cantar, y su voz aplacó en el acto la furia terrible del viento y de las olas.
      Orfeo se enamoró de Eurídice, una ninfa bellísima que vivía en uno de los bosques de Tracia. La quería con locura, y se casó con ella con el convencimiento de que seguirían juntos hasta la vejez. Por desgracia, el mismo día de la boda, una serpiente mordió a Eurídice en el talón, y la mató sin darle tiempo ni siquiera de despedirse de su esposo. Orfeo sintió que su corazón se desagarraba de dolor. El llanto inundó sus ojos, y durante meses no hizo otra cosa más que vagar sin rumbo por el bosque: ni cantaba, ni hablaba con nadie. Orfeo sentía que, sin Eurídice, su vida no tenía sentido. Por eso decidió llevar a cabo una hazaña sobrehumana: viajar al más allá para recuperar a su esposa.
      - ¡Estás loco! -le advirtieron sus amigos-. ¡Nadie puede viajar al infierno y volver con vida! Tienes que asumirlo, Orfeo: ¡nunca podrás recuperar a Eurídice!
      Pero Orfeo no hizo caso: prefería arriesgarse a morir antes que vivir lejos de Eurídice. Una mañana, pues, entró en la cueva que llevaba hacia el Tártaro, el mundo subterráneo donde habitan los muertos. Durante horas, descendió sin descanso a través de oscuras sendas abiertas entre la roca, y al fin llegó a las orillas del río Aqueronte, cuyas aguas separan la vida de la muerte. Allí vivía el sombrío Caronte, un anciano raquítico cuyo oficio consistía en montar a los difuntos en su barca para llevarlos a la otra orilla del Aqueronte, que es donde empieza el infierno. Caronte era muy antipático, y nunca hablaba con nadie, pero cuando vio a Orfeo no pudo quedarse callado.
     -¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? -le dijo-. ¿Es que no sabes que los vivos no podéis acercaros a estas tierras?
     En lugar de responder con palabras, Orfeo cogió su lira y empezó a cantar una canción leve como la brisa, que evocaba el gozo de un paseo por un camino soleado. Caronte se acordó entonces de su madre y añoró el aroma de su pies, y sus ojos se llenaron de lágrimas, las lágrimas de un niño que reclama atención. Aunque Caronte no dijo nada, era evidente que Orfeo había logrado convencerlo para que hiciera algo prohibido: llevar a un hombre vivo a la orilla de los muertos.
      -Sube a mi barca -le dijo a Orfeo.
      Ya en la otra orilla, Orfeo se fue adentrando poco a poco en la oscuridad del Tártaro. Lo hizo sin dejar de cantar y su hermosa voz logró amansar al feroz Cerbero, el perro de tres cabezas que custodiaba las puertas del infierno para impedir que pasen los vivos. De ese modo, Orfeo pudo llegar ante el mismísimo Hades, el rey del más allá. También cantó para él, y lo conmovió con la belleza de su canto.
      -Está bien, Orfeo -dijo Hades-, puedes llevarte a tu esposa. Pero tendrás que cumplir una condición...
      -Mandadme lo que queráis y obedeceré -dijo Orfeo, lleno de alegría.
      -Cuando emprendas el camino de vuelta, Eurídice seguirá tus pasos, pero tú no debes girarte nunca para mirarla. No vuelvas la cabeza, Orfeo, o Eurídice regresará en el acto al infierno. Y si la pierdes por segunda vez, no volverás a verla nunca más.
       -No os preocupéis: saldré del Tártaro sin volver la cabeza ni una sola vez.
       Orfeo, pues, emprendió el camino hacia la luz, con la seguridad de que Eurídice lo estaba siguiendo, y volvió a cantar al son de su lira. Las notas de su canción iban trenzando como una escalera de cuerda: cada nota se convertía en un escalón, cada estrofa elevaba un poco más la escalera. Durante el trayecto, Orfeo no se giró ni una sola vez para mirar a Eurídice. Pero, cuando ya estaban cerca de la superficie de la tierra, y la luz del día empezaba a iluminar la gruta, Orfeo sintió un miedo incomprensible. De pronto, le aterró la posibilidad de que Hades lo hubiese engañado. ¿Y si Eurídice no estaba a sus espaldas? ¿Y si se había perdido por el camino? Movido por un terror incontrolable, Orfeo volvió la cabeza, y en ese mismo instante acabó todo: una mirada bastó para que Eurídice se hundiera a toda velocidad en las profundidades del Tártaro.
       Nadie podría describir la pena que sintió Orfeo al comprender que había perdido a Eurídice por segunda vez y para siempre. Sus mejillas quedaron arrasadas por las lágrimas, su pelo se volvió blanco de repente y el mundo perdió para él todos sus colores y aromas. En los años que siguieron, su voz sólo pudo entonar canciones tristes. Así, abandonado a la melancolía, Orfeo fue haciéndose viejo y llegó la hora de su muerte.
Las musas (eran divinidades que inspiraban a los poetas, los músicos y los pintores, entre artistas. Eran nueve, y vivían con Apolo, el dios de la poesía y la música) lo enterraron en un hermoso valle a la sombra del Olimpo, donde los ruiseñores se reúnen desde entonces a cantar. Orfeo no puede oírlos, pero no le importa, porque ahora es feliz: está en la orilla de los muertos, junto a Eurídice, y ya no tiene miedo de perderla....



El mito de Orfeo también los podéis leer en este enlace: http://sobreleyendas.com/2007/07/02/el-mito-de-orfeo-y-euridice/

Orfeo y Eurídice: versión de la historia con dibujos Manga




La muerte de Orfeo: versión de la historia con dibujos Manga

En los siguientes enlaces, que son artículos posteriores que iré añadiendo al blog trataremos algunas óperas donde algunos compositores utilizan a Orfeo como protagonista:
1ª ópera: La fábula de Orfeo (1607) de Claudio Monteverdi, perteneciente a la Escuela Florentina
2ª ópera: Orfeo y Eurídice (1762) de Christoph Willibald von Gluck
3ª ópera: Orfeo en los infiernos (1858) de Jacques Offenbach
OTROS:
El descenso de Orfeo a los infiernos (oratorio) de Marc Antoine Charpentier (Francia 1634-1704)

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