Tanto Paganini como Lizt, parece ser que componían y hacían las transcripciones musicales con un grado de dificultad tal, que las interpretaciones resultaban casi imposibles para los demás músicos.
Obra dificilísima de interpretar, por tanto, sólo al alcance de unos pocos privilegiados.
En este caso, el intérprete es un joven CIEGO, por lo que estamos presenciando una genialidad en su sentido más estricto.
Cuando termina la interpretación y saluda, se tiene que agarrar al piano para orientarse y resulta curiosísimo observar como se mueven los dedos como si tuvieran vida propia.
La obra dura tres minutos (se te pasarán en un momento), supongo que los aplausos más del doble pues están cortados y también supongo que al aprendizaje le habrá dedicado más de diez horas al día desde que empezó a andar.
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